Música en las calles

José Luis Vila Leirós
1970 Quintana revista do Departamento de Historia da Arte  
Sin duda fueron extraordinarios algunos conciertos que tuvimos la oportunidad de disfrutar en fechas recientes en las calles de Santiago de Compostela. Gracias al marco prestado por el festival Feito a man, el día 5 de agosto tocaron en una plaza de la ciudad primero el trio gallego de jazz Sumrrá y después los rajastanís Barmer Boys. La noche resultó inolvidable gracias a la mezcla de jazz y folk hindú aderezada con música sufí y jams de beat-boxing. Especial atención merecen los Barmer Boys.
more » ... l interlocutor del grupo a duras penas conseguía comunicarse en inglés con el público pero, como se aprecia en los videos del YouTube, eso no impidió que desatasen toda una epidemia rítmica, danza del vientre incluida, que acabo contagiando al público presente. Al día siguiente, en otro rincón de la ciudad, la formación F.I.L.O, otro trio en el que repetía el batería y performer de Sumrrá, Luis Alberto Rodríguez (L.A.R.), volvía a provocar los entusiasmos del público con el proyecto de llevar la música al exterior propuesto por Feito a man. Aquella tarde se apostó por un extraño híbrido de free jazz con rock y noise que debió servir como irresistible atractivo para que apareciesen por la calle unos despistados Barmer Boys. Estos se sentaron a escuchar la música de F.I.L.O hasta que, espontáneamente, fueron invitados a unirse a ellos para improvisar en conjunto. Al hacer la invitación, L.A.R. dijo algo así como «no sabemos lo que va salir ahora, no sabemos lo que va a pasar, y eso es lo bonito, ¿no?». Y lo que sucedió fue un acontecimiento que sigue abrasándome la memoria hoy, una de las experiencias musicales más potentes que he podido presenciar y que apenas fue secundada por una treintena de personas. Si desde ahora cualquier música intenta encajar con la idea de «fusión» en mi mente ten-drá que pasar por el tribunal musical de F.I.L.O + los Barmer Boys. De hecho, la inserción de los hindús en el free anterior generó un cuerpo musical nuevo movido únicamente por complicidades melódicas o rítmicas, de manera que la improvisada formación improvisaba la forma que formaba. Y, mientras disfrutaba, la emoción se dibujaba en unos rostros que, por momentos, rozaban las lágrimas. Hace pocos días, el jueves 10 de septiembre, y en la colaboración generada entre los festivales WOSINC y Curtocircuito, se pudo asistir a una proyección gratuita de cortos experimentales en la Plaza de la Quintana. La gente paseaba en las cercanías de la catedral, pero también en las de una pantalla de la que emanaban, hacia la calle, latigazos de abstracción que provocaban una extraña unión entre tecnología y tradición, entre lo digital y la piedra. Incluso el borracho que pasaba por delante de las proyecciones obstaculizando su visión formaba parte de esta extraña unión, así como lo hacían los turistas desconocedores de la geografía local que seguían sus oídos y encontraban con sus ojos un espectáculo ante el cual demorarse. El poso de estas experiencias callejeras me recuerda en cierto sentido a Treme, la serie de los creadores de The Wire. En la misma plasmaron, con una veneración pocas veces igualada en la televisión, la sacralidad de la música en la cultura de Nueva Orleans. Plasmaron la vida que le proporciona a la ciudad, pero también la miseria y la pobreza, el desprecio y la falta de valoración a la que músicos y otros artistas se ven expuestos. Músicos que tienen su hogar en las calles y muchas veces se ven obligados a vivir en ellas, cuyo único reconocimiento son las contadas monedas que caen sobre la funda vacía de un instrumento.
doi:10.15304/qui.13.2980 fatcat:3jf567zc5beqhnvb55chc2uuwe