Los poetas de la generación de García Márquez Las palabras están en situación

Armando Romero
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CRÍTICA cado en el límite estricto/ de su do-rada corteza impenetrable" (Como un fruto tu reino). La escritura po-dría ser entonces el reino y el fruto , la seguridad frente al deterioro de los años. Pero es algo más dramático: una forma tan dependiente de la lec-tura como la pintura lo es del ojo. (O los museos y monumentos, escla-vos del calor de las presencias). La noción de vestigio es sacralizada por una razón menos frívola. Sería im-prudente, pues, explicar los afanes de este libro
more » ... o a las afectuo-sas simpatías que el autor tiene por el régimen monárquico. O, simple y llanamente, por el esplendor español que fue. A l incluir. el libro en un campo más vasto de significaciones le adjudicamos un sentido que sus textos no consignan. Es un intersticio de esos territorios: el di álogo de sor-dos de la posesión y la permanencia. Mediante la materialización de los reflejos vacíos de El Escorial-sólo el aire circula por los pasadizos y aca-ricia las urnas-, la secuencia poética desmaterializa otros cuerpos en su deseo de perpetuarlos. La placidez del recinto es interrumpida por el proceso de volatilización que la gran-deza enseñoreada-la muerte, acaso-provoca: "Entretanto , por obra de la nocturn a/ brega sin sosiego , ocurre la insólita sorpresa: / los muros, las columnas, las fachadas , los techos ,/ las torres y las bóvedas, la obra toda adquiere/ esa leve consistencia, esa alada ligereza/ propias de una porosa substancia que despide/ una láctea claridad y se sostiene en su ingrávida/ mudanza frente a la vencida sitia-dora/ que cesa en su estéril asalto" (Cuatro nocturnos de El Escorial, nr). En esos lapsos los personajes, evocados por el verbo, actúan de nuevo ante los espejos que los con-templan. La representación de la nada es conseguida a través de las palabras: lo que callan es lo que no muestran los espejos. ¿Pero qué imágenes desean ignorar? ¿0, al me-nos, evitar? Las que una memoria distorsiona en torpes alabanzas. En cierta manera el poema que da nom-bre y vigor evanescente a estos seres, en el Pacto de la Representación, so-brevivirá mientras sus palabras deni-102 gren la pretensión de permanecer. O trascenderse, como anhela cualquier clase de poder , incluyendo el de las artes retóricas. Con fervor proclama: "Alabemos el olvido que avanza a través de las piedras/ selladas por el calicanto como lengua poderosa/ y magnífica de estirpe" (Apuntes para un funeral, 1). ¿Quién sino el len-guaje habla por boca del soldado de los tercios de Flandes? É l puede de-cir con sobrada experiencia: " Nada gané, nada perdí./ A llí estuve. Eso es todo". Es la tragedia de toda em-presa verbal; su destino son las tum-bas de letras y la ingenua resurrec-ción a que la somete un lector, apa-sionado o no. Y la resistencia de sus materiales tiene la duración de las aventuras de conquista: " Firme en la cera de mis años,/ deduzco de las espesas nubes de insectos/ que giran sobre los desperdicios del mercado/ la suerte de las expediciones" (Apuntes para un funeral, IV). Crónica regia es la antesala de ese lugar que la voz del poema no puede hallar fuera del lenguaje. Alabanza del reino lo pone al descubierto para inflamarlo. El reino interior se ajusta a las circunstancias de esas victorias parciales que son cada lectura, cada mirada. Y la crónica de Jos poderes terrenales será siempre la del tránsi-to: la poesía se reproduce por la .con-tinua sed de sus vestigios. Sin lugar a dudas, e l siglo XVI español que Alvaro Mutis explora es el imperio de cenizas de las antiguas y actuales palabras.
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