Romantizando al verdugo: las novelas sicarescas Rosario tijeras y La virgen de los sicarios
Aldona B. Pobutsky
2010
Revista iberoamericana
La sicaresca como un subgénero literario dentro de lo que se denomina la literatura del narcotráfi co es un fenómeno bastante nuevo. Su origen se traza en los años ochenta y al auge del poder del capo del cartel medellinense, Pablo Escobar, cuya práctica de emplear a los adolescentes de los cinturones de miseria para eliminar a sus múltiples enemigos creó una nueva clase social con su propia subcultura que, a su vez, inspiró unos estudios sociológicos tanto sobre estos delincuentes como sobre
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... s mujeres de su entorno. 1 Pese a su conducta criminal, su implicación en el narcotráfi co y una ilimitada capacidad para la violencia, los sicarios -jóvenes asesinos a sueldo, empleados desechables de los narco oligarcas de la literatura colombiana-gozan de una popularidad estremecedora, sea por su juventud transgredora, o por su destino de experimentar los altibajos de la experiencia humana en condiciones desgarradoras. Sus vidas han capturado la imaginación colectiva, y a pesar de ser una cicatriz en la faz de la nación colombiana que por más de cinco décadas ha sido azotada por todo tipo de violencia interior, los sicarios aparecen cada vez más desarrollados y mitifi cados en el cine y la literatura. Sus rasgos atrayentes son varios, pero todos se remontan al vértigo existencial y las exacerbadas contradicciones características a este subgrupo social. Entre ellos, sobresalen la fusión de la inocencia y la malicia, la fugacidad y la intensidad de sus vidas como producto natural de su ofi cio de asesinos y, fi nalmente, la convivencia del amor y la muerte que hace eco de las premisas románticas decimonónicas. 2 En este ensayo propongo una lectura del sicario como un sujeto emblemáticamente romántico, basándome en dos novelas sicarescas de mayor popularidad: La virgen 1 Véase los estudios de Alonso Salazar: No nacimos pa' semilla (1990), Las subculturas del narcotráfi co (1992; éste en colaboración con Ana María Jaramillo), o Mujeres de fuego (1993), que consta de una serie de testimonios de mujeres que participaron en la lucha guerrillera, en las milicias populares, o en el ambiente del sicariato, siendo novias, hermanas, o madres de los actores de la violencia. La más reciente publicación antropológica sobre los delicuentes juveniles y el fenómeno del sicariato es Dwellers of Memory. Youth and Violence in Medellín, Colombia de Pilar Riaño Alcalá (2006). 2 Según el alemán Novalis, la muerte, como el amor, le da sentido a la vida, convirtiéndose así en el principio romantizador de la vida (20). 568 ALDONA B. POBUTSKY R e v i s t a I b e ro a m e r i c a n a , Vo l . L X X V I , N ú m s . 2 3 2 -2 3 3 J u l i o -D i c i e m b r e 2 0 1 0 , 5 6 7 -5 8 2 ISSN 0034-9631 (Impreso) ISSN 2154-4794 (Electrónico) de los sicarios (1994) de Fernando Vallejo y Rosario Tijeras (1999) de Jorge Franco Ramos. Hasta ahora, la abundante crítica sobre la novela de Vallejo en su mayoría ha tomado la urbe en caos como protagonista, yuxtaponiendo a su narrador letrado como el vestigio del pasado (Bernal 2002 , Díaz Ortiz 2003 , López 2006 , mientras que los nacientes aportes sobre Rosario Tijeras se han enfocado en su aspecto melodramático, en la cuestión de las clases sociales, o en la protagonista como una mujer de acción dentro de la cultura popular (Cabañas 2002 , Segura Bonnett 2004, Pobutsky 2005. El presente estudio seguirá la pauta de los trabajos que se centran en la fi gura del sicario y su cultura (von der Valde 2001, Cabañas 2002, Villoria Nolla 2002), partiendo a la vez de una aproximación socio-antropológica para argüir que su atractivo principal se remonta a las premisas románticas ocultas bajo la superfi cie de un consumismo conspicuo y una 'vida rápida'. Mediante el análisis de varios tropos románticos voy a demostrar que la atracción fundamental de estos textos surge de la tensión persistente entre la proximidad de la muerte y la búsqueda inconsciente del amor en sus protagonistas, convirtiéndolos así en signifi cantes culturales controvertidos de la realidad colombiana actual. Además, este trabajo aduce que en el imaginario colectivo, los sicarios que se encuentran al hilo del confl icto entre el exquisito placer erótico y la agonía de la muerte han llegado a encarnar una versión contemporánea del sublime romántico, tal como fue defi nido en la segunda mitad del siglo XVIII (Edmund Burke) y en el siglo XIX (Thomas De Quincey), es decir en el momento cuando se manifi esta una característica sensibilidad ante el horror. El carácter apasionado y volátil del sicario, su ofi cio aterrador, su vida breve y trágica, y, sobre todo, su constante proximidad a la muerte, lo han elevado más allá del dominio de la experiencia humana en la literatura reciente, proporcionando a los lectores un viaje voyeurístico hacia una violencia sublime que sólo puede llevar a la (auto)aniquilación. Tal es el destino de los sicarios que protagonizan las dos novelas, donde los narradores que no pertenecen al submundo de los sicarios y narcotrafi cantes, llegan a vivir un vértigo existencial al conocerlos y al compartir sus experiencias. En La virgen de los sicarios, Fernando, un hombre mayor, regresa a Medellín después de varios años de ausencia y entabla una relación homosexual con un joven sicario, Alexis. Su vida al lado del delincuente está marcada por el creciente amor y cariño y una simultánea orgía de violencia: Alexis, siempre armado con una pistola, mata a sus enemigos, a la gente que le molesta y a los peatones casuales. Por fi n muere a mano de otro sicario, Wilmar, que después se convierte en el próximo amante de Fernando, sin que éste esté consciente de la morbosa conexión que enlaza a los dos jóvenes. Fernando se rinde a la desesperación cuando el segundo joven muere en una balacera justo antes de que los dos se escapen de Medellín para poder vivir juntos en paz. De manera similar, Antonio, el narrador de Rosario Tijeras, también se enamora de Rosario, la bella sicaria que lo trata como su confi dente, siendo la novia de su mejor amigo, Emilio. De tal modo Antonio llega a saber de la vida llena de violencia de Rosario, de su niñez marcada por las violaciones y el abuso, y de su ascenso vertiginoso en el mundo criminal medellinense, gracias a
doi:10.5195/reviberoamer.2010.6740
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