Ascenso y Caída del Capitalismo
Carlos Rodríguez Braun
2015
Iberian Journal of the History of Economic Thought
de Economía en la Universidad de Massachusetts Amherst, escribe este libro deficiente en análisis y reiterativo en propaganda. Un hilo conductor es la ficción de que hemos vivido un período de excesiva libertad y predominio del mercado libre, cuya consecuencia fue la crisis. Seriamente sostiene que el Estado se retiró, y que bajaron el gasto público y los impuestos, que nunca han sido más elevados. La deficiencia analítica es particularmente flagrante a la hora de analizar el Estado, porque
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... e la vieja patraña marxista que lo retrata como un mero títere de la burguesía -alguna vez he escrito que es el títere más curioso de la historia, porque obliga a pagar al titiritero. Esta debilidad técnica impide ponderar el elemento más sobresaliente de la dinámica pública, y es que la coacción cambia de forma, típicamente, en la época supuestamente ultraliberal posterior a la caída del Muro de Berlín, lo que sucedió fue que se privatizaron empresas públicas mientras que la presencia del Estado aumentó hasta niveles inéditos porque creció en otros campos, singularmente en la redistribución coercitiva del llamado Estado de bienestar. La propaganda antiliberal hegemónica, incapaz de explicar este fenómeno, de cuya existencia no cabe la menor duda, cae una y otra vez en la estafa de denunciar los devastadores males ocasionados en las últimas décadas por un Estado desmantelado que jamás existió. Es irrisoria la aversión de Kotz a la etapa reciente del comercio exterior, relativamente menos proteccionista. La censura amargamente porque bajaron los precios: los especialistas recordarán una de las características del mercantilismo según el texto clásico de Heckscher: "el miedo a las mercancías baratas", es decir, el miedo a lo que más beneficia al pueblo llano. Y es absurdo su retrato del FMI como liberal, siendo una institución pública, creada y organizada por políticos, nutrida por burócratas, financiada por los contribuyentes, y que no ha dejado nunca de reclamar que suban los impuestos, en tiempos recientes con la última jácara de los enemigos de la libertad: la "lucha contra la desigualdad" -como es sabido, esta lucha es engañosa, porque a los supuestos luchadores no les molesta en absoluto que el poder político sea cada vez mayor y más desigual con respecto a sus súbditos. La coherencia no es habitual entre el antiliberalismo, y este libro no constituye una excepción. Así, afirma que los neoliberales quieren menos Estado, pero también más, y al final resulta que el neoliberalismo, retratado como liberal, equivale a un Estado pequeño pero grande, y que propicia la libertad pero encarcela cada vez a más personas. Así como incurre en la temeridad de asegurar que el capitalismo devino hostil a las obras públicas, que "languidecieron en la era neoliberal", repite tópicos sin base alguna, como que Keynes salvó al capitalismo (curiosamente, lo hizo socializándolo...) e insulta la memoria de millones de obreros asesinados afirmando sin rubor que el comunismo fue bueno para los trabajadores. Va el lector de sorpresa en sorpresa, desde bobadas marxistas dignas de Martha Harnecker (volveré al final sobre este delirio totalitario) hasta la vulgaridad técnica de sostener que la inflación de los años 1970 fue culpa sólo del petróleo, sin relacionarla con la política monetariahabla del colapso de Bretton Woods en 1971 como si hubiese sido producto del clima. Aquí una joya: "Todo el mundo sabía que el gran gasto público y la movilización de la Segunda Guerra Mundial habían terminado abruptamente con la Gran Depresión". Es pura propaganda, porque
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