CIENCIA Y POLÍTICA
Pedro Reyes
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Ed itorializar en una revista científica, en especial del campo de las ciencias sociales, es siempre difícil de hacer, más aún en circunstancias en las que ciertas acciones y acontecimientos desde el campo gubernamental, inquietan por sus impactos o consecuencias sobre las condiciones básicas para hacer ciencia-en general-y en particular en la esfera social. Cómo evitar escribir un panfleto o arenga política, cuando tal vez de lo que se trata es de mediar con reflexiones académicas-entendidas
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... tas como despasionadas políticamente-en la diatriba nacional. Empero, para el científico social, ser imparcial-según Weber-no es lo mismo que no tener opiniones y lo que interesa es el proceso que lleva a construir dichas opiniones. En estos tiempos es más fácil decirle a la iglesia (a contrapelo del discurso de los años sesenta) que se ocupe de lo suyo y no de la política, que pedírselo a la ciencia social. Es decir, es inevitable la relación que existe entre política y ciencia. En Crítica de la Razón Científica, Fernando Mires nos alerta sobre el por qué la ciencia necesita a la democracia. Su argumento va como sigue. Para avanzar, la ciencia necesita de lo nuevo-sea un nuevo descubrimiento, un nuevo concepto, una nueva idea. Por lo tanto, requiere de personas que sientan curiosidad. El régimen político, entonces, debe no solo aceptar lo nuevo sino que además debe estimularlo. Dicho eso, se entiende que bajo un régimen totalitario no existe algo parecido a libertad de investigación, especialmente en las ciencias sociales. Pero hay que advertir-a propósito de esta argumentación de Mires-que una cosa es defender las condiciones políticas de posibilidad del quehacer científico y otra, muy distinta, que la ciencia abrace un proyecto político específico. He allí una concreción del vínculo inexorable entre ciencia y política.
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