Ya Darcy Ribeiro, hace treinta años, planteaba que la crisis universitaria trans-ciende lo organizativo y toca práctica-mente los objetivos sociales, actividades académicas, docentes y procedimien-tos gerenciales, cuando expresa: "Esta estructura federativa, profesionalizada, rígida, autárquica, elitista, estancada, duplicativa, autocrática y burocrática tiene como atributos funcionales su ex-trema rigidez, su tendencia al enquis-tamiento y su disfuncionalidad" (1) Modificar este estado

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... o y ade-cuar la Universidad a los momentos actuales, sin perder su esencia, requiere de un cambio de mentalidad, de ideas, de valores, de conceptos primarios que permitan profundas reformas del mar-co institucional-organizativo de la Uni-versidad. No pueden existir acciones salvadoras y eficaces si las estructuras organizativas de la Institución las recha-zan o no las internalizan, por ello su realización práctica está en función del convencimiento que tengamos de que la transformación es necesaria y urgen-te y la tenemos que construir todos: profesores, estudiantes, empleados y obreros, a través de la participación li-bre individual y colectiva desde las ins-tancias de órganos colegiados de direc-ción, académicos y gremiales. Si bien es cierto que no existe un mo-delo estructural perfecto en sí mismo, capaz de servir de soporte ideal a to-das las complejas funciones que corres-La transformación que requiere la Universidad, la sinceración de la actuación universitaria con la realidad nacional, no nos debe ser impuesta por sectores externos. Si nos convencemos de que la transformación es necesaria, que debemos elevar la calidad de la Universidad y que estamos inmersos en una sociedad que clama por una reestructuración social, ética, política y económica; llegaremos a la conclusión de que el cambio debe ser concebido, estructurado y realizado por los universitarios.