Las elecciones de 1958. Última farsa republicana
Jorge Renato, Ibarra Guitart
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as elecciones convocadas para el Para que las elecciones tuvieran un año 1958, previstas en el esquema electorero de la dictadura instalada por Fulgencio Batista, resultaron ser un re-curso desesperado dentro de una suerte de hechicería política practica-da por los principales personeros del gobierno. El régimen pretendía ganarse el favor de los Estados Unidos y como siempre, intentar crear una imagen de pretendida democracia. Pero el mo-mento político que vivía el país conspiraba contra sus
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... pósitos, la re-volución movilizaba a importantes sectores populares decididos a produ-cir cambios sociales de fondo. Los partidos electoralistas en vistas a los comicios convocados para el 3 de noviembre se volcaron a la tarea de lle-var a la práctica su tesis política. Habían entrado en un túnel oscuro con las mi-ras puestas en alcanzar el poder en las urnas mientras que dictadura y revolu-ción se desgastaban en cruenta lucha. No tuvieron en cuenta que estaban siendo un instrumento del régimen cas-trense. Los obstáculos que tuvieron que enfrentar en el último momento para concretar sus anhelos demuestran que su tesis era insostenible. Además, duran-te el proceso electoral las estructuras internas de esos partidos se resintieron por el desgaste político que venían su-friendo años atrás. mínimo de garantías y se pudiera de-terminar el verdadero ganador, el gobierno tenía que ofrecer seguridades mínimas a los participantes. A la dicta-dura no le bastó con el fraude electoral en el proceso de reorganización de los partidos a fines de 1957, no le bastó con mantener suspendidas las garantías constitucionales, no le bastó con la cen-sura de prensa, no le bastó con tener de contendientes a los partidos más dé-biles y desacreditados de toda la historia republicana. Batista nunca tuvo intenciones de utilizar a los partidos electoralistas como tablilla de salvación para propiciar una transición política, les sirvieron sólo para protegerse de los ataques de la opinión pública norteame-ricana y llegar a un nuevo entendimiento con Washington. Se iba a consumar otro engaño al país. Los electoralistas, por el camino de las concesiones, no llegaron nunca a ser tomados en serio por la dictadura. Batista le había prometido al Depar-tamento de Estado norteamericano que si la oposición lo solicitaba, accedería a recibir observadores internacionales en las elecciones. Los auténticos coquetea-ron con esa demanda, aunque nunca fue exigida como condición indispensable. Veamos un jocoso e interesante diálogo: 41 L
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