El Liberalismo se sale de la Vía (La nueva Ley del Sector Ferroviario) Madrid (España), enero de 2005
Jose Montes González
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El liberalismo es una más entre las doctrinas que a lo largo de la Historia de las Sociedades humanas, han pretendido inspirar los principios que rigen en ellas y los valores morales sobre los que tales principios se asientan. En ese decurso histórico cuyo análisis no es de este lugar, hubo, al menos en lo que hoy llamamos Occidente, momentos en los que los comerciantes de todo tipo, configuraban el devenir de los pueblos y de los Estados-a esos periodos con un trazo grueso los podríamos llamar
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... desde este nuestro momento tiempos economicistas o tiempos liberales en los que el afán de lucro y de enriquecimiento estaba bien visto y en los que el negocio mercantil era, si no la única, sí la actividad más elogiada y la profesión más deseada por los individuos en general. En uno de estos periodos anteriores al actual, en el siglo XIX, nace el ferrocarril como una de las expresiones genuinas de la llamada Revolución Industrial. Los muchos años hacen flaquear las memorias tanto individuales como colectivas y así en España vemos al servicio de trenes como algo esencialmente público y estatal, algo esencial e imprescindible que no puede estar en manos de cualquiera que hoy triunfa pero mañana puede fracasar, el tren y la estación son Gobierno y los agentes ferroviarios son algo así como autoridades sectoriales pero con un cierto carisma de mando y organización. Pero eso no fue siempre así y lo que ahora sucede tiene algo extraño de vuelta a los orígenes, origenes empresariales que dieron nacimiento a algunas de las grandes corruptelas político-financieras del 1800 con personajes como los banqueros judeo-franceses apellidados Pereyre y a habilísimos especuladores, como el famoso José de Salamanca más tarde ennoblecido con el marquesado. Éstos y otros aventureros españoles y extranjeros, movieron los caudales que pusieron en marcha a partir de 1848 el sistema ferroviario español de un modo similar al que caracterizó a países como Francia, Portugal o Italia, con una total presencia de empresas mercantiles, cosa que no coincide con lo ocurrido en naciones como Austria-Hungría, Prusia o Rusia en las que los respectivos Estados dirigieron la implantación de las vías y las estaciones, las compañías solo actuaban en esos países como contratistas del respectivo Gobierno. Nótese que se trataba de sistemas basados en el absolutismo monárquico no liberal que recordaba bastante al llamado Antiguo Régimen anterior a la Revolución Francesa que en lo de servir a la gente tenía en general mucha más conciencia pública que el liberalismo de cualquier época. Aunque dicen que la Historia se repite, no es exactamente cierto, lo que sucede es que determinados acontecimientos recuerdan vivamente a otros anteriores, aunque no sean los mismos. Ley y Servicio Público En el corto periodo de 32 años que median entre el citado 1848 y 1880, se implantó la red ferroviaria española y la sociedad tenía a trenes y estaciones como algo esencial y como uno de los más importantes adelantos de los tiempos que corrían. España no era un país realmente industrializado y las locomotoras de vapor constituían una de las principales expresiones de la modernidad decimonónica que percibía la población El ferrocarril era explotado por empresas mercantiles con capitales franceses y belgas, pero la gente, la prensa y los políticos lo veían como algo más importante que un mero negocio, pues se entendió enseguida su gran importancia estratégico-militar. Por esa razón el sistema ferroviario debería estar sometido a una serie amplia y minuciosa de normas que ponían en manos del gobierno de turno la posibilidad de requisar los servicios y someterlos a especiales regímenes de guerra. Creándose en la década de los sesenta del XIX, el Cuerpo Especial de Zapadores Ferroviarios adscrito al Arma de Ingenieros del Ejército de Tierra integrado por personal adiestrado adecuadamente para hacerse cargo del funcionamiento de la red en todos sus aspectos básicos, destacando por supuesto la conducción y el mantenimiento de trenes.
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