POESíA Entre la intimidad y el esfuerzo vano

Tarea De Sísifo, Teobaldo Noriega
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102 págs. las dos primeras partes del libro Tarea de Sísifo, del poeta colombiano Teobaldo Noriega, exploran, con más esfuerzo que buena fortuna, las diferentes posibilidades de la relación entre distintas expresiones artísticas. La primera, titulada "Profano espiritual" , se ocupa de la música y toma como punto de partida los réquiems de Mozart, Fauré y Brahms, para construir una reflexión acerca del vacío del hombre que se enfrenta a la inmensidad de Dios. Los versos son una mezcla de
more » ... impresiones poéticas y tediosas descripciones de los diversos movimientos de los instrumentos musicales. Las imágenes, como en este ejemplo, apelan con frecuencia al lugar común: Escuchar los fagotes detrás de los violines anunciando el encendido trueno. La voz es, en ocasiones, inquisitiva ("¿Somos tan solo esto? / ¿Camuflada presencia / de un altanero polvo que se agota?"); en otras, desafiante ("Irreverente yo: / patético reflejo / oxidada presencia / sombra que se desgrana / frágil vela en el viento".); otras más, suplicante ("Misericordia, Señor. / Cristo, misericordia".), pero siempre carente de la profundidad que unos temas como los allí tratados -la música, la fe, la redención, la soledad infinita del hombre-merecen. Pareciera que el poeta se contenta con contarnos lo que oye, con expresar por encima lo que siente, sin hacer el esfuerzo necesario, siquiera, para que la forma de los versos transmita el poder de los instrumentos musicales. La segunda parte del poemario, titulada "Eterno femenino" -otra cosa a mejorar: la pomposidad de los títulosse enfrenta a ocho obras de arte que representan escenas con mujeres como protagonistas. Empezamos, cómo no, con la Gioconda, de Leonardo da Vinci. Otra vez, el lugar común: La pregunta te han hecho sin obtener respuesta: ¿qué secreto se esconde detrás de esa sonrisa? El poema es una larga descripción, más impresionista que otra cosa, de lo que el observador está mirando. Se suceden Susana and the elders, del Tintoretto; Sor Juana Inés de la cruz, de Andrés de Islas; la maja vestida, de Goya; Mary Magdalene in the Grotto, de Lefebvre; Maternidad, de Renoir; Der alte Bootssteg, de Falk Gernegross, y Crimson Side, de Baron Dixon. En todos los casos hay una velada descripción del cuadro, un elogio simple a la belleza femenina y un destello de arrebato sensual que no alcanza a expresarse de veras. Quizá lo más interesante de esta sección sea la idea del poeta como voyeur, furtivo espectador que espera, a veces sin lograrlo, atisbar y apresar la belleza que se le muestra en el mundo. Las obras de arte hablan por sí solas y, en ocasiones, cuando se las intenta traducir en otras formas, el resultado puede ser bastante falto de originalidad y estilo. La segunda parte del libro -titulada "Clamor cotidiano"-explora temas relacionados con las preocupaciones íntimas del poeta. Ya no estamos ante una poesía que intenta desvelar el misterio de otras formas de arte, sino ante el canto poético a los miedos, amores, recuerdos, sospechas de quien canta, y, claro está, ante una poesía mucho más auténtica y profunda. Los primeros poemas, quizá repetitivos, abordan la figura del mar como metáfora del recuerdo y el olvido. Ese ser en constante vaivén que trae lo escondido, por un momento, para de nuevo llevárselo. Es el fondo en el que se presienten escondidos los secretos que podrían explicar, dar respuesta, a las múltiples preguntas de la existencia: Contemplando la cresta de tus olas me pregunto sin salir de mi asombro: ¿se esconde tu secreto en ese fondo o lo crea esta plegaria cotidiana con la que enlazo el miedo de mi pena y -sin querer-le robo al otro su entusiasmo? Está también la posibilidad, insinuada, de que el mar no esconda nada, sino que sea la poesía misma -la plegaria cotidiana-la creadora de todos los misterios. El tono de esta parte del poemario es más directo, menos elusivo que el de las partes anteriores, más coloquial también, y, por lo mismo, más efectivo. Acá sí el lector siente que una voz le habla, se comunica, le transmite intenciones y terrores. El mar como misterio, pero también como protección: el lugar en el que el hombre puede abandonarse solo a la contemplación, dejando de lado el sinsabor de la vida: Por eso vuelvo. Sustrayéndome a todo superando mi miedo sometido al encanto. Son estos los poemas mejor logrados del libro, por su carga de reflexión, por su voz sosegada, aunque ligeramente angustiada, por su intención de recurrir a la poesía como vehículo de expresiones innominadas, porque logran crear un rumor de intimidad con el lector. Luego vendrán -a partir del poema "Masía"-, nueve poemas, hasta el cierre de la sección, que se inscriben en la misma línea que los anteriores, dedicados al mar. La muerte, el recuerdo como fuente de sosiego, la memoria del amor, siempre lacerante aunque deseable, el erotismo que se iguala con la efervescencia del clima, con el ardor del verano o la primavera -en el poema "Cala estancia"-, el desasosiego ante el final de la existencia, la búsqueda del sentido de la vida, son algunos de los temas que allí, con la misma voz precisa y directa, se entretejen. Cierra esta parte un poema, "Caribanía", dedicado al paisaje de la costa, que el poeta sueña desde otro lugar que podemos suponer frío, y es un rescate, una ilusión o un recuerdo que lo alimenta. Se menciona el aire tibio, el bullicio, los colores, la sal y el azul, elementos positivos que el poeta evoca con placer. Como ocurre con un poema del libro las orillas del canto, del mismo autor, dedicado al Carnaval, es en estos momentos, cuando habla del Caribe, su tierra natal, y trae al papel sus colores y su algarabía, cuando su poesía alcanza una frescura y una autonomía desea-
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