Violencia familiar: la ley como producto cultural y la crisis de autoridad

Isabel Escudero
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Medidas de Protección Integral contra la Violencia de Género, salvo los Títulos IV. y V., relativos a la Tutela Penal y a la Tutela Judicial, vigentes a partir de Junio de 2005. La propia Exposición de Motivos de la Ley se refiere a que la violencia de género ha dejado de ser un «delito invisible». Posiblemente hay algo de verdad en esa afirmación, ya que el aumento de las denuncias ha sacado a la superficie un conflicto oculto, que se conoce como fenómeno de dark number de la estadística
more » ... al. Sin embargo no hay que perder de vista que nuestras sociedades occidentales, fundamentadas sobre la voluntad de poder y la competitividad, producen desproporcionados sentimientos de infravaloración que a veces se compensan trágicamente. Por eso, este fenómeno de violencia familiar ha hecho cuestionarnos si no nos encontramos ante una crisis de civilización. Como es sabido, en criminología existen ideas dispares respecto del factor determinante de la conducta criminal. Unas escuelas lo fijan en el entorno. Otras creen que es de origen hereditario, aunque esta postura cada vez pierde más predicamento. Y otras piensan que tiene mucho que ver con la personalidad, es decir, con el carácter que vamos formando al elaborar psíquicamente múltiples factores externos, hasta que adoptamos un determinado estilo de vida. Y aunque la personalidad no es el único factor en la conducta criminal, cada vez se está más convencido de que existe una fuerte asociación entre carácter y crimen. En ese sentido es conocida la tesis de Alfred Adler de que los niños que fracasaban en resolver el problema vital del interés social, que carecían de sentido de cooperación así como de deseo de contribuir al bien de los demás, se encontraban siempre con problemas muy significativos de adaptación cuando eran adultos. La cuestión inquietante es que el psicoanálisis en general coincide en la opinión de que, si bien el ser humano no termina de formarse nunca, la personalidad suele desarrollarse tempranamente, por lo que también la agresión y la conducta antisocial en la infancia deben tomarse en serio, a efectos preventivos. Y aquí la colaboración entre psicología y derecho es esencial, pues es una irresponsabilidad creer que los problemas que nacen en la infancia podrán remediarse fácilmente en la edad adulta. Contrariamente, la permisividad, negligencia, rechazo o maltrato de los niños se recoge después, socialmente, en forma de violencia familiar o escolar y en conductas delictivas a edades cada vez más tempranas, sin hablar de perturbaciones y adicciones de diversa índole. En efecto, si el niño se siente rechazado o maltratado, puede crecer con sentimientos de infravaloración, que le llevarán a vengarse en otros. Y si se le mima en demasía o sobreprotege también se estimulará su debilidad, pues una vez adulto puede sentirse humillado si no obtiene todo lo que quiere. Con la rabia y la agresión estos individuos creen sentirse poderosos, pero esta estrategia, además de adictiva, es terriblemente nefasta, porque les hace indiferentes al dolor de los demás. ¿Puede entonces la comunidad pagar el pesado impuesto de tener en su seno a estas personas o son posibles otras políticas? La violencia familiar se viene revelando como un fenómeno preocupante por su omnipresencia social y su difusión mediática. Se cree que con la promulgación de nuevas y más punitivas leyes, se puede acabar con esta lacra, pero me temo que todavía braceamos en un mar de confusión. Incluso, y dado que la ley no es más que un producto cultural, esta vorágine legislativa representa quizás esa falta de discernimiento que Ortega y Gasset describía con el símil del buche del avestruz, dispuesto a tragar indiferentemente la cal, la joya y el pedrusco. Y ello es así porque no sólo la ley no es una panacea, sino porque las constantes reformas legislativas están dinamitando el principio de seguridad jurídica, con los cambios continuos del 51
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