EL ANÁLISIS DE REDES SOCIALES Y LA TENTACIÓN DE LA TEORÍA DEL ACTOR-RED: UNA DEMARCACIÓN NECESARIA EN LOS ESTUDIOS TERRITORIALES

Carlos Reynoso
unpublished
Justificación El género discursivo al que es afecto Bruno Latour (junto con filósofos pos-estructurales como Deleuze y Guattari y al lado de otros perspectivistas como Viveiros de Castro, Marilyn Strathern y Roy Wagner) no constituye meramente una visión alternativa de narrativas y realidades sino un marco de referencia que reclama jurisdicción y hace gala de solvencia en materia de teorías de alta complejidad, incluyendo, entre otros campos del conocimiento, el análisis de redes sociales, la
more » ... ometría diferencial riemanniana y una peculiar concepción mereológica de la fractalidad. Todas y cada una de las incursiones en esos campos están saturadas de equivocaciones de grueso calibre, tal como lo he examinado con detenimiento en la segunda edición de mi libro (Re)lectura crítica de la Antropología Perspectivista y de los giros ontológicos de la ciencia pos-social (Reynoso 2017a), disponible para el lector en mis páginas académicas. Contextualizando a Latour y a su teoría del actor-red Sin entretenerme en describir su teoría Latour puede entenderse mejor-propongo aquí-como la suma de muchos personajes que él creó afanosamente a lo largo de décadas. Primero que nada está el que podriamos llamar el Latour trangresor. El problema que acompaña a sus transgresiones, nunca desmentidas o matizadas, es que las más espectaculares entre ellas son también las más autodestructivas e indefendibles. Ninguna tan fulgurante (y tan paralizadora) como la que reza que Ramsés II no pudo haber muerto de tuberculosis porque el bacilo de Koch recién se descubrió en el siglo XIX (Latour 1998a). Bajo ese escenario ninguna categoría analítica (y la ontología del actante-rizoma menos que ninguna) podría aplicarse a algún aspecto de los estudios territoriales o a la investigación que fuere. Luego de esta transgresión, nunca reconocida como la antológica metida de pata que fue, nos encontramos con el Latour aspirante a antropólogo. Pese a los esfuerzos que despliega, cuando comenzamos a leer referencias a cuestiones antropológicas se hace evidente la prisa de la escritura y la falta de familiaridad con los aspectos más elementales de la disciplina. En su afán por pronunciar apellidos disciplinares canónicos, vengan o no al caso, Latour confunde al fundador del trabajo de campo etnográfico William Halse Rivers Rivers con el contrabandista de colecciones arqueológicas Augustus Henry Lane-Fox Pitt Rivers, proponiendo como libro de referencia sobre materiales arqueológicos otro de la misma colección en el que se trata más bien de la observación etnográfica (Stocking 1983; 1985). Embrollos parecidos se encuentran en el inventario de sus lecturas en antropología cognitiva, todas ellas robadas según una constelación de evidencias de las primeras páginas de una obra de Edwin Hutchins, errores y peculiaridades nomenclatorias incluidas (Hutchins 1980: 8-10 versus Latour 1987: 196-197). Pero el principal problema antropológico que me empuja a una minuciosa demarcación tiene que ver con que Latour trabajó en laboratorios científicos, tratando como actores a quienes en el fondo son casi colegas suyos. Sus experiencias de trabajo con Otros culturales y su compromiso con la diversidad brillan por su ausencia. Sus Otros son todos alter-egos a los que busca humillar permanente, catalogando sus vicios y miserias cotidianas pero callando 1 Universidad de Buenos Aires http://carlosreynoso.com.ar.
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