Cuando uno mira con cierto ojo critico al mundo de hoy, comprueba que uno de los males que nos afligen es aquel que podríamos denominar el "síndrome de agotamiento de la capacidad de asombro". Cada vez se necesitan estimulas más variados y más intensos para suscitar en el hombre de hoy esa sensación de asombro que presupone un sistema global de medida y de ritmo de las cosas que, al quebrarse por el hecho imprevisto o maravilloso, origina una actitud de reverencia y de respeto. La civilización

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... ecnológica, en la que estamos inmersos, nos ha llevado a una carrera de novedades y logros que están poniendo en peligro esta facultad humana, la del asombro, con su constante martilleo. Y el fenómeno es más agudo y más intenso en las nuevas generaciones que, aun antes de llegar al uso de razón, se encuentran rodeadas de un mundo de sensaciones, r uidos, músicas, televisores, satélites espaciales y juguetes electrónicos que puede que lleguen a parecerles tanto o más "naturales" que una flor junto a un camino o el rumor del aire en la copa de un árbol. Por ello, seria ingenuo por mi parte el pretender el asombro de mis lectores con un relato detallado de lo que ha supuesto el impacto de los avances científicos y técnicos en el campo de la Medicina, de la que soy estudiante desde hace ya casi treinta años. Pero si me interesa para el propósito de esta exposición, señalar en unas pocas pinceladas cuáles son los campos en los que estos avances se hacen patentes no sólo a los médicos, sino al público en general y cuáles son las ralees de estos logros. Desde un punto de vista global es evidente la mejora de la salud del hombre. Nuestro siglo ha visto, con una fuerte aceleración en las últimas décadas, un descenso de la mortalidad del 35 al~ por mil (aunque esta cifra • Texto de la conferencia pronunciada por el autor en el Colegio Mayor Ayete de San Sebastián, el 25 de noviembre de 1977.