El brillo era crepuscular
Jor Ge, H Cadayid, Una Luz, San Antonio, J-/ Enry Valencia
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RESEÑAS de algo mayor. Esa es su magia , esconderse a la prime ra mirada. Su lectura requiere una hermenéutica de la sospecha y del asombro. Todo está dicho y nada está dicho. Leer entre líneas, leer los márgenes, le er lo marginado y marginal, descubrir lo semejante y lo distinto en un lenguaje que reconoce su grandeza en lo elemental. PLATANOS Qué más podemos hacer dos [matas de plátanos junto al río. Todo se acaba . . todo termina, [menos el amor que nos [tenemos. Con nuestros racimos
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... o [en la brisa y con la lluvia, [susurros y caricias por las [noches. Los tontísimos tomates [cambiarían de colores si nos [vieran queriéndonos de día. Con la brisa y nuestros cuerpos, [sin las cuentas, ni teléfonos; sin [buscarnos por el mundo. Sólo plátanos felices con el sol y [muchas lluvias para que nos {crezca la familia. (Por las tardes le agradecemos [al sol todos sus colores, y nos los trae sin falta al [otro día). Plátanos eternos hasta cuando [vengan a decirnos que [nos vamos a otra parte. Mientras tanto, caricias y [susurros en el río, unas nubes [muy amigas, unos árboles {nuestros testigos. Este extraño, pero bello poema ·de amor, en su aparente lla neza encierra la poética perseguida por el a utor. El resultado es una " fascinación en lo simple " , un viaje hacia una poesía-objeto, poesía polimorfa que reconstruye el "mitema" de los simbolistas. Galeano crea una gran poesía con "palabras pequeñas", crea un paisaje virtual con una voz cada vez más cercana al habla viva. Me recuerda el Poema sucio de Ferreira Gullar: dese ncadenamiento de la sintaxis, fluir irregular de metáforas, fragme ntos de frases coloquiales, en un tono prosaico-cronístico, alcanzando e l punto más alto de una investigación arqueológica y verbal. Amazonia es una autobiografía. Esta autobiografía sólo resulta posible a condición de ciertas presuposiciones metafísicas. Saludo, pues, con emoción -como lo han hecho ya Charles Simic y Ferreira Gullar-· esta poesía renovadora y transgresora , y no dudo en calificarla como extraordinaria y de primer orden en la actual . poesía colombian a. Hombre Nuevo Editores, Mede llín, zoo3, 6s págs. En las bandas de colegio e l bombo marcaba e l ritmo. Todavía recuerdo esos años finales de la década de li O I~E. 'I( N C UI..'rV M.A l. Y fJIUI~I OO K ÁFICO , V(,)L., .11 1, NÚ M . () ..¡ , 2UftJ f'O E SIA los sesenta cuando sa líamos en 1 1estas patrias perua nas a desfi lar po r la s call es de l distrito y la ca pit al, según el núm ero de compañías (por años y estaturas) y e l tamañ o de l plantel. Muc.hos colegios lime ños (privados y nacionales, laicos y religiosos) con sus bandas más o menos de vigor, más o me nos pre paradas. Pertenecer a la banda e ra como jugar fútbo l por la selección de l año o de l colegio: una protección exclusiva contra la crue ldad de los propios compañeros y los ma yores. Recuerdo aún las voces de los vigilantes brigadieres de los años superiores -palo vallejiano o varita mágica del abuso de poder-que indicaban cómo recuperar el ritmo perdido: " ¡Bombo al pie izquierdo. bombo al pie izquierdo! " . William Ospina, en la presentación de este libro, marca ese ritmo semántico, digámoslo así, que los poemas de Henry Valencia repetirán con devoción. Al margen de Borges y Jorge Guillén, fuentes de autoridad del prologuista, el plato fu erte es esa cosa mantecosa y mentecosa que es el idealismo cuando se expresa como un dogma sin las ventajas de la sal y la pimienta: En algún lugar d e su obra, H o lder/in declaró que la poesía n o es el lenguaje d e la comunicación, sino el modo como un ser declara la tensión de su. alma, el modo como está acordado su ser; No valis, que en el poema basta con la unidad de emoción . A mbas cosas siento en estos p oem as de H enry Valencia, tan armoniosos en su unidad, tan cercanos y tan. lejanos del mundo conocido, tan sem ejantes ala naturaleza en su ritmo y en su misterio. Tal vez descubrir su. secreto no sería sólo descifrarlos, sino d escif rarnos. [pág. ro] De hecho que Holderlin y Nova lis están eximidos del é nfasis con que el ensayista colombi ano se apechuga con estos conceptos. Si e n la décadas de los setenta y ochenta el poeta J. G. Cobo Borda pasó de ser un hippy de Volkswagen de la crítica al Mer-
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