Memoria del territorio
Jorge Aragonés
unpublished
Resumen Estos trabajos son capítulos de un libro titulado «Memoria del "territorio"» 1 en el que intento reconstruir los primeros pasos dados por el hombre en su evolución partiendo desde el «territorio». He situado la acción en el «territorio» como el espacio común que une lo animal con lo humano y donde se produjeron las transmutaciones desde los más primitivos comportamientos instintivos (el macho alfa, la marcación territorial, la ley de la selección natural, la posesión de los
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... , etc.) a los comportamientos de la especie humana (la creación de los objetos, el surgimiento del sujeto, la noción de objeto, los valores, la inteligencia, los afectos, los símbolos, el poder, etc.). Se creó, in illo tempore, otra realidad que nos separó de las otras especies pero que conserva la impronta de donde provenimos (en el inconsciente, en el imaginario, en las leyes, en los mitos). En este texto se retoma la noción de objeto, se la relaciona con el poder humano, y a este poder con el poder atávico animal que le precedió (el macho alfa y su ley permanecen enmascarados) y se ven los mitos como recreaciones de un mito primero. El objeto del poder y el poder del objeto En el orden natural, el poder obedecía al mandato de las leyes territoriales que, con un entramado instintivo, sostenían dicho orden. El poder animal mantuvo un equilibrio ecológico entre las especies hasta que apareció el poder humano. El poder humano se ha desprendido de dichas leyes y quienes lo ejercen han traslado su acción al campo organizado por las leyes derivadas de la creación del objeto. Este poder no respeta las leyes naturales pero sigue valiéndose del sometimiento y el terror que inspiraban aquellas leyes atávicas, usándolas para su propio beneficio. El objetivo del poder humano es transformar todo en «objeto». Hacer de todo un objeto, en el sentido que le estamos asignando, es sacar algo de su orden natural y trasladarlo a una realidad creada por el hombre a su servicio. El hacer de algo un objeto es obligarlo o condicionarlo a estar a mano, en la mano, o respondiendo como si fuera la mano. Estas metáforas expresan el más primario origen del poder. El objeto puede ser manejado como algo propio, dejado o desechado. En este sentido, viene en auxilio de la grandiosidad y omnipotencia del yo del hombre: el objeto puede ser incorporado y tratado como yo, o como parte del yo, del dueño del poder (sectas, tiranías, ejército), como algo externo al yo o expulsado como no-yo (el trato dado por el hombre al hombre en el holocausto o en la tortura). El yo del que ejerce el poder se expande a expensas del objeto, multiplica sus capacidades y puede desprenderse del objeto a voluntad, como prótesis desechable. El objeto es pasivo, receptivo, dócil; puede ser tomado y dejado; es poseído, dominado; puede ser examinado, observado, manipulado, acariciado; podemos multiplicarlo, dividirlo, imitarlo, bendecirlo, adorarlo, maldecirlo o destruirlo; etc. Descubierto el objeto el hombre ejerce su poder haciendo de todo un objeto: de lo inanimado y de lo animado. Así dominó la materia, otras especies, las fuerzas de la naturaleza, a otros hombres y a la mujer en particular: todos pueden pasar a ser objetos. El poder que el hombre adquirió con el objeto rebasó los límites de la posesión instintual diseñándose un nuevo mapa de dominación. El objeto lo hizo poderoso pero también lo hizo objeto de otro hombre. Las posesiones sexual y territorial se fueron amoldando a las nuevas leyes que se fueron imponiendo. La ley del hacha, del revólver, de la bomba atómica, son sólo capítulos de la «Ley del objeto» que pretende regular el poder. Comenzó, y de alguna manera continúa, dándole razón a la primacía de la técnica: la razón la tuvo el que desenfundaba el revólver primero. La materia fue dominada y no parece haber leyes naturales o divinas que se opongan a ese 25
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