El sustrato filosófico de la modernidad en la civilización occidental
Yvonne Le Meur
2012
Ingenium Revista Electrónica de Pensamiento Moderno y Metodología en Historia de la Ideas
El sustrato filosófico de la modernidad en la civilización occidental Yvonne LE MEUR* RESUMEN: Recorrer las etapas de formación del sujeto moderno occidental y mostrar que no siempre existió tal como lo conocemos es el objeto de este trabajo. Desde los filósofos presocráticos y Sócrates, Platón y San Agustín, la paulatina configuración de un espacio interior favorece la formación de un yo autónomo, vinculado ontológicamente en su inicio. Su posterior emancipación y el advenimiento de una
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... vidad radical durante la Modernidad van ligados a la filosofía de Descartes, Locke y Kant. ABSTRACT Revisiting the successive steps that gave birth to the modern occidental subject and showing that it hasn't always existed in the way it does today is the aim of this work. Since the Pre-Socratic philosophers and Socrates, Plato and Saint Augustine, the gradual configuration of an inner space favors the formation of an autonomous subject, ontologically linked at birth. Its subsequent emancipation and transformation into a radical reflexivity during Modernity remains linked to the philosophy of Descartes, Locke, and Kant. Introducción El caminar de la filosofía -aunque en determinadas épocas se transformase en un deambular más lento-fue constante y laborioso desde que nació de las entrañas del mito para explicar la naturaleza. La filosofía, la pensaron los griegos, extrañados por la diversidad y el movimiento incesante. Inicialmente trataba -simple física-de encontrar un sustrato inmutable, que trascendiese el torbellino de las impresiones y fuese capaz, a la vez, de explicarlo. Logró afirmarse como metafísica -la ciencia que define, según Aristóteles, el ente en cuanto tal y logra unificar lo uno y lo múltiple. Afanándose en torno a los conceptos de la existencia de Dios, el alma y el mundo y de cómo estos entes se relacionan entre sí recorrió la Edad Media, hasta que finalmente Kant le asestó el golpe de gracia, desmontando la prueba ontológica de San Anselmo. En este recorrido de la filosofía camino de la modernidad, se sitúa Descartes en un lugar estratégico desde el cual imprimirá un movimiento decisivo e irreversible a la filosofía moderna que, desde este http://dx.doi.org/10.5209/rev_INGE.2012.n6.410 Yvonne Le Meur 156 INGENIUM, Nº6, 2012, 155-178, ISSN: 1989-3663 giro filosófico, contribuirá a los desarrollos prácticos en el entorno físico del hombre moderno, abandonando de nuevo el idealismo para darse al empirismo. En el mundo helénico, el ser humano reconoce una dependencia benigna del ser supremo y tener uso de razón «significa tener la vida configurada por un orden racional preexistente, que uno conoce y ama» 1 . Para Agustín, aún «todo es sólo en la medida en que participa en Dios». Agustín define el hombre interior y el hombre exterior (De Trinitate, XII, 1). El interior es el alma, la morada de la verdad. Sin embargo, el acto de conocer es individual, se gesta desde la consciencia unipersonal y presupone el punto de vista de la primera persona a la vez que un acto de volición. En el cogito agustiniano, «El conocimiento y la conciencia son siempre los del agente» 2 y existen dudas acerca del origen del alma, entre el generacionismo y el creacionismo. Inclinándose Agustín y toda la Edad Media hacia el creacionismo, introducen el concepto de pecado original y la consiguiente conciencia de culpa y necesidad de expiación y de reconciliación con Dios. La volición individual se torna agente privilegiado. En la antigüedad, el hombre podía hablar en primera persona del plural («somos todos parte de lo mismo»); en la Edad Media, la primera persona se singulariza y la voluntad individual impulsa el conocimiento, salda (o no) las cuentas del pecado original y gana al individuo el cielo -o el infierno-porque estos logros ya no vienen dados ni están garantizados por una pertenencia colectiva sino que se tendrán que asegurar, en perpetuo estado de incertidumbre ontológica. El hombre antiguo sabía que era, aunque le quedara por definir qué exactamente era, y dudaba de a cual, entre la diversidad de las manifestaciones fluctuantes del ser, tenía que otorgar plena credibilidad. El hombre moderno no sabe si es y le queda por acometer la angustiosa e imperativa tarea de afirmar su ser frente a la nada, de encontrar una base sólida donde fundar su realidad ontológica. Esta es la situación en la que Descartes empieza a filosofar. Platón, Agustín y Descartes valoran y ponen por delante la razón pero no significa lo mismo para cada uno de ellos. Para Platón la razón es parte constituyente del alma, le viene dada ya en el mundo de las ideas. Es el ente que guía el carro por el recto camino. En Agustín sigue siendo el principio espiritual interno que nos hace reconectarnos con el orden natural correcto. Para Descartes, «el orden implicado en la supremacía de la razón 1 C. TAYLOR, Fuentes del yo, la construcción de la identidad moderna, Madrid, Paidós, 1996, 140. 2 Fuentes del yo, 146.
doi:10.5209/rev_inge.2012.n6.41015
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