La intervención militar de la Facultad de Derecho: una historia de resentimiento y cobardía

Pablo Ruiz-Tagle
2014 Anales de la Universidad de Chile  
La verdad es que mi familia ya estaba dividida a causa de la reforma agraria y al momento del golpe de Estado de 1973 esas divisiones inevitablemente adquieren nueva fuerza. El 11 de septiembre de 1973 mi barrio se llenó de militares porque vivíamos cerca de la Embajada de Cuba. Cada noche vimos balas trazadoras, se alumbró nuestra casa con las luces de los helicópteros y se instaló una ametralladora punto cinco en la esquina. Fueron días de adrenalina y terror. Nosotros cubrimos las ventanas
more » ... mi casa con colchones y muebles pesados para evitar que una bala loca pudiese impactarnos. El mismo día 11 mis padres nos reunieron en la cocina para decirnos que no debíamos decir nada a los vecinos, ni a los militares, sobre las personas de izquierda que conocíamos, que podían ser arrestados o algo peor. A pesar que yo tenía catorce años en 1973 recuerdo ese día como si fuese hoy. También recuerdo el impacto de los años grises de la dictadura que le siguieron. Mis vecinos eran el gran escritor comunista y amigo de mi padre Francisco Coloane, su señora Eliana y familia. Otro vecino era de la Unidad Popular y trabajaba como interventor estatal de la Empresa Comercializadora de Alimentos, y un agricultor de extrema derecha entre otras personas que no recuerdo. Recuerdo que visité a la familia Coloane en su casa para ver si necesitaban algo y vi al vecino interventor partidario de la Unidad Popular, con gafas oscuras, pasearse frente a su casa con una Biblia recién comprada. También vi al vecino agricultor y muchos otros, vistiendo uniformes militares viejos para celebrar el Golpe. Finalizados mis estudios en el colegio, y al momento de decidir dónde postular a la Universidad, para informarme y por recomendación de mis padres, llamé por teléfono al historiador Gonzalo Vial, que me aseguró que la Universidad de Chile era la mejor del país. Dijo que era más grande y diversa y uno podía estudiar historia o literatura, incluso durante las horas de clases (aburridas) por la amplitud de sus aulas. También conversé con Fernando Silva, que un tanto renuente recomendó la Universidad de Chile, más que la Católica, a pesar de afirmar que en su opinión en ambas la enseñanza era de muy mala calidad. Ante mis inclinaciones filosóficas, otras personas me recomendaron estudiar Derecho, porque las facultades de filosofía habían sido diezmadas por la dictadura, y en Derecho podían mantenerse ciertas formas académicas.
doi:10.5354/0365-7779.2013.30169 fatcat:luiablgtfvcxfivlekypt7soie